viernes, 11 de septiembre de 2015

El alumno perfecto

Muchos nos hemos descubierto alguna vez en un claustro emitiendo alabanzas sin mesura sobre tal o cual estudiante. Quizá lo contrario sea más habitual, cierto, pero de vez en cuando nos encontramos con esos alumnos y alumnas perfectos que hacen de nuestro día a día un lugar mejor donde demostrar nuestra gran sapiencia. En base a mi experiencia, como alumno y como profe, aquí van algunas de las principales características del alumno perfecto.

El alumno perfecto saca buenas notas en todas las asignaturas. Antaño se le permitía algún pequeño desliz en educación física. Ya ni eso, hay que estar a tope en todas las disciplinas.

El alumno perfecto levanta la mano siempre antes de hablar. Es capaz, incluso, de mantener el brazo firme y enhiesto durante largos minutos antes de tener el turno de palabra.

El alumno perfecto nunca pelea con el resto de sus compañeros. Al contrario, siempre está dispuesto a echar una mano y a poner paz y mediar en cualquier conflicto que aparezca.

El alumno perfecto es puntual y bien educado. Siempre saluda respetuosamente a sus profesores con una sonrisa de oreja a oreja.

Por supuesto, el alumno perfecto tiene buena letra.

El alumno perfecto, como no podía ser de otra manera, hace exámenes perfectos. Justifica debidamente todas las respuestas y encierra con firmes recuadros los resultados de los problemas de matemáticas.

El alumno perfecto lee a menudo novelas y cómics y, además, no se pierde ni un telediario (unos días TVE y otros La Sexta, hay que contrastar la información).

El alumno perfecto se ducha cada día e irradia una fragancia joven y lozana, incluso después de clase de gimnasia.

El alumno perfecto hace siempre los deberes y corrige las respuestas equivocadas en rojo (aunque está pensando no ser tan duro consigo mismo y pasarse al verde).

El alumno perfecto nunca pide ir al baño, tiene esfínteres a prueba de jornadas intensivas.

El alumno perfecto pasa meticulosamente a limpio los apuntes cada día.

El alumno perfecto nunca estudia únicamente el día antes del examen, imposible. Prepara sus pruebas concienzudamente día a día sin escatimar esfuerzos.

El alumno perfecto sintetiza cada unidad en fantásticos mapas conceptuales que comparte y explica a sus compañeros más rezagados.

A la finalización de cada curso, el alumno perfecto suele tener un pequeño detalle con el profesorado. Y es que nadie como él sabe valorar cuánto esfuerzo y dedicación empleamos los docentes en preparar nuestras magníficas clases.

Y, por último, el alumno perfecto suele tener hermanos o hermanas (normalmente menores) que parecen fruto del adulterio de tan alejados como están de los valores de perfección por él representados.

Seguro que puedes añadir más características del alumno perfecto. ¿Te animas?

Advertencia: post sin demasiada gracia, cierto, pero irónico. Repito, irónico. Encontrarás algunas pseudoreflexiones más sobre profesores, alumnos y viceversa haciendo clic aquí.



8 comentarios :

  1. Has retratado el perfil que subyace en algunos modelos docentes, ese perfil de alumnado al que siempre se aspira, pero que, curiosamente, se asume que debe venir de serie, ya que no cabe en la mente hacer esfuerzo de enseñanza alguno para lograrlo por la vía del acierto-error. El alumno perfecto es la entelequia que tanto daño hace a los claustros, unos claustros generalmente formados por antiguos alumnos imperfectos que tratan de subsanar en diferido y mediante la frustración ajena sus propias carencias.
    P.D: Uy, que era ironía... :)

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    1. Sí, Toni. Manda narices que a estas alturas contribuyamos a consolidar estereotipos como los descritos más arriba. Supongo que es una manera de quitarnos las pulgas de encima pero ya está bien de tanto simplismo y de tan poca autocrítica. Pero en fin, dejémoslo, que como bien dices... ¡era ironía! ;-)

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  2. Lo paradójico es que el alumno perfecto, que existe, yo lo conozco, necesita ir al psicólogo para comprender por qué es así, por qué tiende a satisfacer todas las demandas que puedan existir sobre él. Hay un cuento de Ray Bradbury que se titula El marciano en que uno de estos seres adopta el aspecto y la personalidad que ansían los humanos, un hijo muerto por ejemplo. Se convierte en lo que los demás desean. Para crecer hay que aprender a decir no.

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    1. Muy interesante tu punto de vista, Joselu. Hasta qué punto no forzamos a determinados alumnos a adaptarse a nuestras expectativas y necesidades sin tener en cuenta las suyas. En fin, para reflexionar... ¡Me apunto el cuento de Bradbury! ¡Un abrazo!

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  3. El alumno perfecto a veces es un poco pelotilla... y en ocasiones pegajoso, pero todo se le perdona por ser perfecto!

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    1. Alguna tarilla tendrá que tener la chavalada, ¿no? Abrazos, amigo!

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  4. Joselu...haciendo equilibrios entre la ironia y el sarcasmo. Divertido. Una cosa solo: cuandp hablas de la "gimnasia" te refieres a la Educacion Fisica, no? Si el alumno perfecto suspende la Educacion Fisica, tan perfecto no puede ser. Cultivar la mente y olvidar el cuerpo, un cuerpo que debera mantener sano toda su vida, no es una decision inteligente. Un saludo

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    1. Cierto, educación física! Nos hacemos viejunos... Un abrazo! :-)

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