lunes, 22 de febrero de 2016

15 riesgos de ser docente y usar las redes sociales

En los últimos tiempos proliferan cursos y formaciones de todo tipo dirigidas a potenciar la competencia digital del profesorado y a fomentar el uso de redes sociales como herramientas de dinamización, presentación y creación de contenidos en los procesos de enseñanza-aprendizaje. Desde mi (por otra parte, discutible) experiencia personal, te aviso que si eres docente y decides usar las redes sociales en tu desempeño profesional puede pasar que...
  1. Tu jornada de trabajo salte por los aires. Esto significa que te puedes ver un viernes a la una de la madrugada haciendo RT del último mapa publicado por esa cuenta tan molona que sigues o redactando un post sobre tu última lectura pedagógica. ¿37,5 horas semanales? Al loro...
  2. Descubras a docentes "extraños" que usen palabras "extrañas". Quizá incluso se dirijan a ti y quieran dialogar y compartir propuestas contigo. Vigila, son gentes peligrosas e imprevisibles.
  3. Te veas más enganchado al móvil de lo que quisieras reconocer. Sí, en el fondo sabes que estás todo el día consultando tus inbox varios (cosa que, por cierto, ya no recriminas tanto a tu alumnado).
  4. Corres el riesgo de descubrir nuevas metodologías y propuestas didácticas. Esto, de por sí, no es malo, siempre que no te dejes contaminar por las innovaciones del gurú de turno. 
  5. Tengas la sensación de que la batería de tu tablet no dura lo mismo que antes. Aunque, bien pensado, ¿no será que estás todo el día conectado?
  6. Te descubras diciendo cosas como "a @profeTIC lo desvirtualicé en el VII encuentro de metodologías innovadoras de didáctica de las ciencias sociales para equipos docentes". Sí, que lo sepas: "desvirtualizar", para la gente normal, es un palabro raro.
  7. Si, a pesar de todo, sucumbes a la tentación de las redes sociales puedes acabar convirtiendo tu muro (y/o TL y/o tablero y/o cuenta de instagram y/o blog) en un espacio de autobombo digno del telediario de TVE. 
  8. Tus alumnos te miren raro y murmuren cuando les propongas crear un grupo privado en facebook, whatsapp, moxtra o cualquier otra red social. 
  9. Te descubras creando "cápsulas formativas", participando en "laboratorios metodológicos virtuales" y compartiendo tus logros y descubrimientos mediante hashtags como #eduhackers, #edulab o #eduinnovation (siempre en inglés, claro, que es más molón).
  10. Te apuntes a mil y un saraos educativos sobre innovación pedagógica. De aquellos a los que no pudieras asistir seguirás las sesiones en streaming, leerás las actas y/o conclusiones y te harás recopilaciones con los hashtags empleados en el evento. Además, te autocastigarás usando el libro de texto en la siguiente unidad prometiéndote no volver a ausentarte nunca jamás a unas jornadas didácticas.
  11. Tu lector RSS te facilite a diario más contenidos de los que serían capaces de leer todos los miembros de tu departamento dedicando su jornada completa a ello. Parece que estás condenado a tener siempre una lectura pendiente...
  12. Un día suene el teléfono o recibas un mail invitándote a explicar aquel proyecto que publicaste en tu blog hace semanas o meses. No te vengas arriba y sospecha de quien te invite, piensa que seguramente también es un profesor que usa las redes sociales en su trabajo.
  13. Escribas posts divertidísimos y superingeniosos a 4 manos (e incluso a 6; cabe la posibilidad que a 8) con otros docentes igual de divertidos e ingeniosos que tú y colapséis los muros (y/o TLs y/o tableros y/o cuentas de instagram y/o blogs) de vuestros seguidores.
  14. Te ofrezcas a gestionar las redes sociales de tu escuela diseñando un plan de comunicación detallado y exhaustivo que nunca nadie leerá ni tendrá en cuenta pero que tu ejecutarás con precisión quirúrgica.
  15. A menudo se haga un silencio incómodo cuando entres a la sala de profesores. Se acabó, eso es que ya te han descubierto. Que sepas que te has convertido en el freak oficial del claustro. 
Creo que encontrarás algunos riesgos (o ideas) más por aquí: #Tprofes. Que conste que yo te he avisado...

martes, 16 de febrero de 2016

Optimismo pedagógico

Frente al desánimo fatalista del:
  • "Esto cada vez va peor",
  • "No hay nada que hacer",
  • "No estudian, no trabajan, no hacen nada...",
  • "No tienen respeto",
  • "Estoy solo/a",
  • "Estoy harto/a y aburrido/a de hacer siempre lo mismo",
  • "No aguanto a las familias",
  • "Estoy cansado/a de papeles y de reuniones inútiles",
Algunas respuestas basadas en el optimismo pedagógico:
  • Mentira, esto no va cada vez peor. Si bien es cierto que la situación es (manifiestamente) mejorable, una comparativa general de los resultados y del panorama  general de nuestro sistema educativo respecto a décadas atrás pone de manifiesto que esto no es así. Avanzamos. Lentos y a trancas y barrancas, puede ser, pero avanzamos.
  • ¿Que no hay nada que hacer? Falso, también. Tenemos innumerables cosas por hacer. Existe mucho trabajo por delante y, por lo tanto, muchas opciones de cambio. Revisar metodologías, potenciar la atención y el trabajo emocional, fortalecer el trabajo en equipo, mejorar la coordinación docente... Quedan muchas teclas por tocar todavía, no nos demos por vencidos tan pronto.
  • ¿No estudian, no trabajan, no hacen nada? Pensemos por qué esto es así. Quizá nos hemos alejado enormemente de sus intereses. Quizá no planteamos de manera sugerente nuestras sesiones de trabajo. Seguramente no podamos cambiar solos determinados comportamientos e inercias pero no es menos cierto que también en este ámbito tenemos una notable responsabilidad y, por tanto, muchas cosas por decir y, sobre todo, por hacer.
  • Pues si no se muestra respeto, habrá que trabajarlo. De hecho, este debería ser uno de los ejes fundamentales de nuestra actuación en las aulas. Así pues, quedan abolidas expresiones como "yo no vengo aquí a enseñar educación", "que vengan educados de casa" y similares (frecuentes especialmente de secundaria en adelante). Las generalizaciones indiscriminadas tampoco resultan de demasiada ayuda. ¿No tienen respeto?, ¿Quién?, ¿La humanidad, así, en general? Sabemos, perfectamente, que esto no es cierto. Detectemos a quienes puedan mostrar faltas de respeto y planifiquemos un trabajo específico y coordinado para corregir este tipo de situaciones.
  • En los tiempos que corren, la soledad en el mundo de la educación se me antoja una decisión personal. Uno puede tener mala suerte y topar con un claustro de criminales y maleantes que le hagan la vida imposible y le aislen del resto de la comunidad educativa. Cierto. Pero estaremos de acuerdo en que no es lo habitual. Siempre hay gente dispuesta a compartir, a escuchar, a echar un cable y a trabajar de manera conjunta y coordinada. Y si, desgraciadamente, esto no es así, para eso están las redes sociales donde miles de docentes abren sus proyectos, ideas y recursos al resto de la comunidad educativa. ¿Soledad? No cuela.
  • ¿Te aburres? Pues cambia. ¡Será por opciones! Proyectos, problemas, clase invertida, gamificación, robótica... No tienes excusa para repetir siempre la misma cantinela. Existen numerosas modalidades y propuestas para dinamizar tu práctica docente. Prueba, investiga, aplica, rectifica... En definitiva, aprovecha todas las posibilidades que te ofrece tu profesión.
  • El trabajo coordinado con las familias es vital para fortalecer y potenciar las actuaciones desarrolladas en el aula con el alumnado. Así pues, si no las aguantas, ¡háztelo mirar! Revisa tus prejuicios y etiquetas y analiza tus actuaciones para con ellas. Seguro que tienes margen de mejora. Quizá no consigas relaciones idílicas con muchas de ellas pero seguro que tienes mucho margen de mejora también en este ámbito.
  • ¿Harto de burocracia y de reuniones inútiles? Pues coméntalo, claro. Pero no a la brava y en plan talibán. Al contrario, propón alternativas y muestra tus argumentos de manera clara y educada a quien pertoque. Hay equipos directivos que pueden llegar a apreciar un feedback constructivo. Lo digo por experiencia. Si no es el caso, pues nada, no te quemes. Plantea una política de mínimos y céntrate en batallas que puedas ganar.
En fin, llamémosle optimismo, llamémosle fe. En cualquier caso, me parece una actitud mucho más positiva para hacer frente a los numerosos obstaculos que nos encontramos día a día en nuestros centros educativos. Porque, uno será optimista, pero ciego todavía no. Así que, ¡timón del optimismo bien firme y adelante!

Para leer más colaboraciones con INED 21 haz clic aquí.


martes, 9 de febrero de 2016

Innovación y competición en educación

Leo con sumo interés el artículo de Enric Prats, Els cants de sirena de les innovacions educatives, publicado en El Diari de l'educació. En él, Prats plantea un escenario donde el creciente interés de los centros educativos por la innovación metodológica está generando una cierta competitividad entre centros por conseguir una mayor visibilidad y por generar proyectos únicos y singulares. Todo ello en un contexto donde las administraciones educativas se ponen de perfil y donde el profesorado (o parte de él) y algunos equipos directivos se lanzan, con mayor o menor fundamento, sentido y gracia, a  la ardua tarea de renovar el tinglado y de hacer las cosas de otra manera. De esta manera, afirma el autor, "el sistema educativo ha caído en el juego neoliberal de la competitivitad entre escuelas obligadas a situar un producto singular y necesariamente novedoso en el mercado de la educación".

Pues seguramente no le falte razón a Prats. No dudo que habrá centros que miren de reojo los proyectos de sus vecinos, que estén al caso de la matrícula de unos y otros, que se esfuercen por visibilizar su trabajo y por presentarse a la comunidad como espacios educativos singulares. Seguro que entre estos habrá proyectos de cartón-piedra; proyectos que no resistirán el paso del tiempo y que puede que estén orientados más al objetivo cortoplacista de asegurar un volumen de matrícula determinado que a afianzar un nuevo proyecto educativo sólido y eficaz. No digo yo que no, por supuesto. Pero me parece que la realidad general es otra bien distinta.

Yo interpreto que el profesorado, los equipos directivos y los  centros, en general, tienden a compartir más que a competir. Al menos esa es mi experiencia personal desde que inicié mi andadura como director. Recuerdo con gran gratitud el tour que me autoplanifiqué por varios centros de adultos cuando asumí la dirección de mi escuela. Allí iba yo con mis tablas de preguntas bajo el brazo y muchos compañeros y compañeras sacaron tiempo, seguramente de donde no lo tenían, para echar un cable al novato de turno. Igual hemos hecho nosotros en no pocas ocasiones en las que se nos ha visitado o invitado a contar nuestra experiencia como centro o a presentar alguno de los proyectos de innovación (o lo que sea) que hemos implementado. Ésta es nuestra realidad, cierto, pero se trata de una dinámica que aprecio también en otras instituciones, de mayor relevancia o más humildes, siempre dispuestas a compartir y a enseñar su trabajo. Por supuesto que de todo hay en la viña del señor, pero si tuviera que conjugar un verbo que se ajustara a la realidad me atrevería a usar compartir por encima de competir.

Diré más, esto que aprecio a nivel de dirección lo traslado también al ámbito docente. No son pocos los proyectos y/o actividades ideados por otros compañeros que hemos llevado a cabo con mis alumnos. Proyectos de profesionales innovadores que deciden  compartirlos de manera totalmente desinteresada. Redes de profesionales que amplían el espacio del claustro y lo extienden fuera del centro, contribuyendo a generar nuevos modelos más ricos y variados, en mi opinión.

No obstante, haremos bien en prevenirnos de esta competición que apunta Prats. El ámbito educativo debe ser un espacio donde compartir experiencias y aprendizaje, no solo entre la propia comunidad sino también entre centros. No podemos caer en el error de convertirnos en competidores, de ninguna manera. Debemos complementarnos, colaborar, compartir experiencias, pero para ello necesitamos una administración que se ponga las pilas, que genere espacios de intercambio, que dote de recursos a los centros, que acabe con desigualdades que son lastres para algunas instituciones educativas. En definitiva, creo que debemos poner el foco y, sobre todo, la lucha en presionar a quien puede tomar decisiones para mejorar la situación y no en competir por las migajas de un pastel que, a fin de cuentas, se acaban zampando los mismos de siempre. 

sábado, 6 de febrero de 2016

Aniversario

Hoy hace dos años del primer post en DE VUELTA. Desde entonces, este sitio que empezó (y sigue, de hecho) un poco al tuntún ha generado miles de visitas, centenares de comentarios y, sobre todo, un montón de aprendizaje en su autor. De aquí han salido los proyectos profesionales más interesantes en los cuales he participado en los últimos tiempos. 

Además, el trabajo en DE VUELTA me ha permitido conocer a excelentes profesionales y centros desde donde ampliar mi visión de la profesión. Pues eso, que muchas gracias a todos. No sé cuánto tiempo más estaremos por aquí pero de momento lo seguiremos disfrutando.

¡Un abrazo!


miércoles, 3 de febrero de 2016

Mi método

Debo reconocer que cuando escucho a un compañero hablar de las bondades y beneficios de su método didáctico una gota de sudor frío recorre mi espalda. Y no porque no crea en los beneficios de sistematizar nuestra práctica docente. Al contrario, no me parece en absoluto negativo tener una línea de trabajo más o menos definida y  reconocible. Lo que me inquieta es esa supuesta superioridad del método sobre las personas, de la práctica sobre el grupo. Hace no mucho, en unas jornadas de trabajo, un compañero me comentaba atropelladamente que él, con su método de alfabetización, en un año tenía a su alumnado extranjero leyendo y escribiendo. ¡Bien por él! 

Y es que se trata de una situación que me he encontrado en otras ocasiones. No es lo común, cierto, pero tampoco es que sea demasiado infrecuente. Se trata, perdón por la generalización y el simplismo, de docentes de método arraigado. Docentes de unidad didáctica de manual, de planificación rígida y quinquenal. También pudieran ser docentes cegados por la última maravilla metodológica de turno, la cual abrazan con fervor cuasi religioso. En cualquier caso, son docentes que, a mi modo de ver y seguro que de manera inconsciente, ponen el foco en su práctica perdiendo la perspectiva general del asunto. De hecho, me temo que en no pocas ocasiones un servidor a hecho lo mismo. Así que me aplico el cuento.

Creo que una buena planificación y el establecimiento de rutinas de trabajo eficaces resulta enormemente útil para favorecer el aprendizaje. En mi opinión, reflexionar y tomar decisiones acerca de metodologías, agrupamientos, sistemas de evaluación y demás enriquece nuestra práctica docente. Ahora bien, cada vez me resulta más necesario conocer al alumnado para determinar esas rutinas y establecer las líneas de trabajo generales. Para entendernos, puedo preveer muchos aspectos pero hasta no conocer mínimamente al grupo me resulta muy difícil concretar (lo que podríamos llamar) mi método. En este sentido, cada vez más, pido ayuda a mi alumnado y no tengo problemas en pactar tal o cual aspecto aunque, me dicen por ahí, haya Cosas que no se negocian. Y aun así, se me siguen escapando muchas cosas, por supuesto.

Los futboleros recordarán el Dream Team de Cruyff (nos hacemos mayores). Aquel equipo jugaba un fútbol preciosista empleando una disposición táctica novedosa. El gran éxito de aquel equipo fue adaptar un método rompedor por aquel entonces a una plantilla de calidad a la cual el planteamiento táctico se ajustaba como un guante. Por contra, creo que el gran error del técnico holandés fue intentar aplicar su método independientemente de las características de su plantilla. Cruyff no se preocupó cuando los grandes jugadores de aquel equipo fueron desapareciendo. Él confiaba ciegamente en su método, independientemente de la calidad técnica de los hombres que tuviera a su disposición. Aquello no podía acabar bien y, de hecho, el final de aquel equipo de leyenda fue muy triste.

Supongo que, al final, todo tiene que ver con las dudas (véase Dudas docentes o Preguntas que debes hacerte como docente) y las certezas de muchos de nosotros. Está muy bien confiar en nuestro trabajo y en nuestras ideas, faltaría más. Pero me parece igual de importante cuestionar nuestros métodos y, sobre todo, poner el foco en lo realmente importante en nuestro trabajo: las personas y sus necesidades e intereses. Y es que me parece que es importante no olvidar que muchos estudiantes aprenden, en muchas ocasiones, a pesar nuestro.

Para más entradas sobre profesorado clica en los siguientes enlaces: